Íbamos en el auto, no importa adónde. En la radio sonaba algo, tampoco importa qué.
Desde el asiento de atrás la menor de las nenas pidió, como ya es costumbre desde hace unos meses, con una voz engañosamente dulce: "nandez, papá!". Como si no supiera que decía, por el puro gusto de regodearme en el triunfo, de hacerte morder el polvo de la derrota, le pregunté:
-¿Querés escuchar el hijo de Hernandez, mi amor?
-¡Ziiiii!!!
Y sonó, otra vez, "El hijo de Hernandez", de los uruguayos de El Cuarteto de Nos.
En tu cara. En tu verde y estúpida cara que salta y salta, sapo Pepe.